Web oficial del escritor onubense
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Sobre Álvaro Redondo, escritor onubense

Estudia, gana dinero, mucho dinero. Ten una casa. Ten dos hijos, cómprate un buen coche. Haz lo que tienes que hacer. Cumple los sueño de los demás.

Pero nadie me dijo nunca enamórate y mantén la pasión toda tu vida. Y eso lo descubrí pronto, justo cuando tuve en mis manos mi primer libro.

Hablar de Álvaro Redondo Rey, de mí, es hablar de literatura y de libros. Me han acompañado la mayor parte de mi vida, me han afligido, me han hecho reír y me han hecho pasar ratos muy buenos. Pero no siempre fue así.

De pequeño me educaron con las enseñanzas de la época, era un periodo de bonanza en el que los altavoces de la sociedad parecían gritar que solo éramos lo que poseíamos.

De hecho, durante un tiempo me regalaron maquetas de coches de lujo. Una bonita colección que aún conservo y que me hizo soñar con tener uno de esos vehículos a tamaño real en mi garaje. Un sueño capitalista, baladí e irreal. ¡Qué equivocado estaba!

Los mandamientos de la sociedad se repetían en un mantra difícil de ignorar: estudia algo que tenga salida profesional y que te dé prestigio. Hice caso y estudié diligentemente Derecho, algún día me convertiría un abogado rico y respetado. ¡De nuevo estaba muy equivocado! No, quizás no era yo, era el mundo el que se equivocaba.

Con diez años escribí mi primer cuento. Una historia basada en la película Matrix, que no entendía, ni tenía edad para entender, pero a la que quería darle un final alternativo. No recuerdo bien lo que escribí, pero supongo que tiene que estar guardado en alguno de los cajones de las casa de mis padres. Algún día lo encontraré.

Antes de eso mi madre había estado años leyéndome pacientemente cada noche, sin importar la hora. Recuerdo especialmente los libros de Manolito Gafotas, ¡cómo nos reíamos!

Si miro hacia atrás siempre ha habido libros en mi vida. Novelas, relatos, ensayos, periódicos… la literatura estuvo siempre ahí. Vehemente, incesante y obstinada, al final no me quedó más remedio que prestarle más atención.

Desde que publiqué con 24 años “La Princesa de los Iracundos”, mi primera novela, no he dejado de escribir ni un solo día. Nulla dies sine línea, ningún día sin un línea.

Eso sí, tengo claro que para escribir hace falta vivir. Por eso intento vivir como el protagonista de una novela, viajando, ganando, perdiendo, luchado. Al fin y al cabo, en última instancia soy solo eso, el protagonista de mi propia novela.